Los interesados compraban y se descargaban una pista de audio como acceso a la experiencia, consistente en escuchar mediante auriculares y seguir una serie de indicaciones dentro de un supermercado, en una duración de 25 minutos.
La pieza se basa en la premisa de que durante el confinamiento el supermercado era el uno de los pocos lugares al que se podía acceder, acaso el único habitual para la mayoría de las personas. Allí se podía generar un panorama de cierta desconfianza ante el virus, de quienes solo salían a hacer la compra y se veían obligados a llevar mascarilla y mantenerse alejados unos de otros. La propuesta supone un espectador ubicuo, donde el site-specific se transfiere a infinitos site-specifics. Además, se proponían varias instrucciones específicas para la experiencia: que el supermercado tuviera carnicería y pescadería, que Mercadona no tendría algunos de los productos necesarios, que se asistiera a un lugar conocido en horas de afluencia y que se pulsara play cuando se estuviese con el carro en la entrada.